RUTA DE CARLOS V (CRONICA DEL PERIODICO HOY)


Casi cinco siglos después de su muerte, en 1558, el Emperador Carlos V está más vivo que nunca en la comarca de la Vera. El trabajo callado y constante de mucha gente desde hace años, el respaldo popular y el apoyo de las instituciones están convirtiendo cada actividad que se organiza en torno a su figura en una fiesta multitudinaria. En un nuevo impulso para el turismo rural y cultural de la zona, como demostró ayer la XI Ruta del Emperador.
Un agradable paseo, de apenas diez kilómetros, que según los organizadores hicieron cerca de 6.000 senderistas de todas las edades, de distintos puntos de Extremadura, de provincias limítrofes, de Cantabria y de Portugal, cuyo acento se escuchó con insistencia a lo largo del recorrido.
Además cada año tratan de incorporan nuevos alicientes para que la jornada no se quede solo en el paseo, por agradable que sea. Así la recreación de un mercado de la época acercó a los visitantes material artesano, productos típicos extremeños e información de la comarca y de la región. A pocos metros se servía el desayuno, con una cola casi interminable de personas para recoger su ración de chocolate con churros.
Mientras la cola no cesaba, el foco de atención se trasladó al patio de armas del Parador de Turismo, el antiguo castillo de los Condes de Oropesa, que sirvió de morada al monarca antes de iniciar su viaje definitivo a Yuste tras cruzar la sierra de Tormantos procedente de Laredo. Tanto en el patio como en los alrededores había expectación ante la llegada inminente del Emperador y su séquito. Apareció minutos antes de las diez de la mañana, acompañando de músicos, danzantes y una numerosa corte.
Desde el balcón del Parador el Carlos V de nuestros días -magníficamente encarnado- se dirigió a sus súbditos para despedirse, agradecerles la fidelidad y el cariño demostrado durante su estancia y anunciarles su marcha a Yuste, el 3 de febrero de 1557, donde dijo que ya no necesitaría ejército
Su delicado estado de salud le hizo marchar en parihuela, portado por vecinos y soldados. Como ayer, cuando casi se disculpaba por tener que subirse ante los dolores que sufría. Aún así se bajó en varias ocasiones para saludar a la muchedumbre que le aclamaba su paso.
La llegada del cortejo a la plaza de la Plazuela puede decirse que marcó el inicio de la ruta senderista, que abandonó Jarandilla por una calle en pronunciado descenso para dirigirse por una calleja empedrada a la garganta Jaranda y cruzar el puente Parral. Un entorno magnífico que reune buena parte de los atractivos de la Vera. El agua de sus gargantas, la sierra de Gredos, abundante vegetación y arquitectura popular. También, por qué no decirlo, algunos desmanes urbanísticos y medioambientales, como denunciaba en la propia ruta un colectivo ecologista, aunque eso es otra historia.
De todas las edades
De ese atractivo disfrutó una hilera interminable de personas. Senderistas expertos, con material más apropiado para la montaña que para el llano, y noveles con zapatos y tacones. Infinidad de niños, algunos en mochila o a hombros de sus padres, a la par que auténticos veteranos, como un senderista portugués de 82 años «acostumbrado a andar», según aseguraron sus compañeros. Primero marcharon entre plantaciones de pimiento o tabaco, las principales riquezas de la comarca. Después entre olivos, cerezos, higueras o robles.
Aldeanueva de la Vera era el primer objetivo, a una hora más o menos de Jarandilla, con una hermosa entrada por el puente de la garganta de San Gregorio y un recorrido por sus calles hasta llegar la histórica fuente de los Ocho Caños. A la salida del casco urbano esperaba el puente del Tejar, sobre la garganta de los Guachos, difícil de olvidar por la presencia de pinos, alisos, fresnos o chopos, que hacían más llevadero el tramo hasta Cuacos de Yuste.
Allí tuvo lugar el acto institucional, en el que intervinieron Sixto Teno, alcalde del municipio; Serapio Mendoza, presidente de la Mancomunidad Intermunicipal de la Vera; Mónica Pérez, teniente de alcalde de Medina de Pomar (Cantabria); Santos Fernández, presidente de la Red de Cooperación de Municipios de la Ruta Carlos V Laredo-Yuste y alcalde de Laredo; Fermín Unzúe, consejero de la Sociedad Regional de Turismo de Cantabria; Manuela Holgado, directora general de Turismo, y Ramón Ferreira, presidente de la Asamblea de Extremadura. Y como no, el emperador Carlos V.
Ajenos a ese acto cientos de senderistas seguían con un andar pausado, ideal para la conversación y la convivencia, que para unos terminó en Cuacos y para otros en el Monasterio de Yuste. Aunque dado el ambiente de calles y plazas la mayoría debió finalizar en el pueblo, que vio como se llenaban bares y terrazas y su pintoresca plaza, en la que sirvió una comida popular. La ocasión lo merecía. No todos los días se recibe a un Emperador.

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